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Cirujano pediátrico

Hace unos meses un colega, me decía que se volvió a sentir cirujano cuando hizo operaciones de cirugía general, le di una respuesta conceptual, pero sin detalles, pero para mí pensé que nunca había sido cirujano pediátrico.

Hoy le expongo algunas consideraciones que hace Peña  en el primer acápite que trata en su libro, que en si habla sobre este tema.

Yo pienso firmemente que para ser cirujano pediátrico hay que tener un grupo de preceptos en los que no deben faltar los siguientes:

  1. Saber qué es un cirujano pediátrico
  2. Tener pacientes y familiares que atender
  3.  Disfrutar su profesión

Tristemente puede darse el caso que alguien se jubile y nunca fue cirujano pediátrico, pero desde el momento en que la profesión te agobie, te mortifique, no te llene, dejas también de serlo para convertirte en un ejecutor.

Los cirujanos pediátricos:  “somos una especie en extinción”, capaces de atender neonatos, lactantes, niños mayores y hasta adolecentes,  sin descartar que podemos atender a un adulto, lo mismo reparamos defectos faciales, que podemos operar lesiones complejas del cuello, el tórax nos complace y en su momento hemos enfrentado afecciones cardiovasculares, todos los órganos intrabdominales y retroperitoneales consideramos nos pertenecen, atendemos las afecciones urológicas, ginecológicas y hacemos la cirugía oncológica. Tratamos y reparamos las lesiones vasculares, hacemos trasplantes, operamos las vías aéreas y ya también exploramos endoscópicamente el tubo digestivo y respiratorio, incorporamos las nuevas tecnologías de mínimo acceso, solucionamos lesiones periféricas, jerarquizamos el politraumatismo, ponemos catéteres y puncionamos todo lo que sea factible.

Todo esto a pesar de su magnitud no nos hace cirujano si no interiorizamos lo que dice Peña.