La prescripción de zapatos ortopédicos se inscribe dentro del marco terapéutico no sólo para el tratamiento de una deficiencia sino también para el manejo de una minusvalía funcional o estética. El perfeccionamiento de los tratamientos médicos y de las técnicas quirúrgicas ha hecho que se reduzcan algunas de sus indicaciones como la poliomielitis o el calzado infantil, mientras que se han desarrollado otras, como el pie diabético. La evolución de los materiales y de las técnicas ha permitido sustituir progresivamente el término de «zapatos ortopédicos» (denominación casi peyorativa que para la mayoría de los pacientes y muchos terapeutas se correlaciona con las ortesis de cuero y acero, eficaces aunque a menudo pesadas y desagradables) por la denominación «zapatos a medida» correspondiente a artículos de calzado, igual de eficaces pero mucho más estéticos. El éxito de su prescripción y de su realización pasa por un diagnóstico preciso de la afección causal y de sus consecuencias funcionales, así como por una estrecha colaboración entre el paciente, el médico prescriptor y el ortesista podológico. Las posibilidades de corrección, estabilización o descarga son múltiples, pero su elección sigue siendo la mayoría de las veces empírica y no se basa en una evaluación científica. El incremento de la utilización de sensores de presión y de pistas de marcha debería permitir la mejora progresiva de esta modalidad terapéutica.
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