Mañana, 19 de mayo, es el Día Mundial del Médico de Familia. Desde el año 2010, la Organización Mundial de Médicos de Familia (WONCA), promueve la celebración de este día como reconocimiento a la importancia de los médicos de familia en la atención sanitaria de todo tipo de poblaciones.
El modelo cubano de Medicina Familiar, ha sido y es ejemplo para el mundo entero, y se ha desarrollado en consonancia con los esfuerzos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) por renovar la atención primaria en salud como estrategia para el siglo XXI, en las Américas. La Medicina Familiar ha tenido un impacto indudable en la mejora de los indicadores de salud de nuestro país y de aquellos en los que muchos de nuestros médicos de familia han dado muestras de solidaridad y profesionalidad. Al mismo tiempo, se convirtió en una escuela para las más jóvenes generaciones de médicos, que aprendimos a cambiar la errónea visión de atender al paciente como un ser individual, por aquella que parte de la comprensión de que es vital tener en cuenta el entorno familiar en la promoción de salud, la prevención de enfermedades y su atención. Siempre recordaré a un profesor que solía explicar esta idea con una frase muy singular: “Se puede enfermar de familia y morir de familia”.
Trabajar en y con la comunidad fue el golpe de realidad y el escenario donde muchos nos convertimos en médicos de verdad, y donde la concepción de la salud como producto social adquirió su verdadera magnitud, y lo cierto es que, independientemente de la especialidad o camino profesional que luego seleccionamos, de alguna manera, una vez que esos conceptos están en la médula de tu formación, nunca dejas de ser médico de familia.
Así que hoy, me adjudico el privilegio de dedicar estas líneas y este día a los médicos de familia cubanos, por la tenacidad renacida y multiplicada a lo largo de 32 años; pero especialmente a aquellos 10 primeros que, en el habanero barrio de Lawton comenzaron esa obra sobre la que Fidel escribió: “…nunca una idea o un programa de salud se desarrolló tanto y tan rápido, ni ha producido tantos frutos, como esta idea y este programa del médico de la familia”.
Especial reconocimiento al profesor Miguel Márquez, eterno defensor de la atención primaria de salud y del valor de la medicina familiar en el mundo, quien, a la sombra verde de su patio, con su sapiencia y el espíritu maravilloso de su biblioteca, tuvo la genial idea y nos impulsó a escribir un libro sobre la historia de este modelo de atención de salud.
Gracias a Tere (Dra. Teresa Rodríguez Cedrón) por escoger entre sus recuerdos y regalarnos la imagen que encabeza estas palabras.
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