Los jóvenes de mi generación crecimos admirando al Che, soñando ser como él.
El Che, médico, internacionalista y humanista de una forma que solo puede comprenderse íntegramente a través de sus actos. Vivimos siguiendo su ejemplo y su fidelidad al postulado de Martí de estar, como el verdadero revolucionario, no del lado en que se vive mejor, sino del lado del deber. Fue el propio Fidel quien nos lo pidió, una noche de octubre de 1967, mientras nos hablaba de la extraordinaria personalidad del guerrillero heroico, que reunía al hombre de ideas y al hombre de acción.
Crecimos además siendo martianos: un legado generacional que está impreso en la sangre de todos los cubanos y en las raíces de nuestra nacionalidad. Con su ejemplo, el mismo Fidel que no permitió que el apóstol muriera en el año de su centenario nos enseñó cómo honrar cada día el principio del maestro de que la Patria es ara y no pedestal. Leer más..
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