Diabéticos corren alto riesgo de padecer enfermedad pancreática

Las personas con diabetes tipo 2 tienen alto riesgo de desarrollar pancreatitis aguda, pero esa probabilidad disminuiría si están bajo tratamiento.

La pancreatitis aguda es una inflamación súbita del páncreas que causa dolor abdominal superior, náuseas y vómitos.

Los casos leves se curan sin tratamiento, pero la enfermedad puede tener complicaciones graves y potencialmente fatales, como insuficiencia cardíaca, renal o pulmonar. Cada año, hace que 200.000 estadounidenses necesiten hospitalización.

Un equipo halló entre más de 97.000 adultos de Taiwán, seguidos durante ocho años, que aquellos con diabetes tipo 2 registraban el doble de casos de pancreatitis aguda (casi 28 casos por cada 10.000 personas por año) que el grupo sin diabetes (14 casos cada 10.000 personas/año).

Los diabéticos son más propensos a tener varios factores de riesgo de pancreatitis aguda, como cálculos, consumo excesivo de alcohol, triglicéridos altos y haber tenido hepatitis B o C. Pero, tras considerar esos factores, la diabetes siguió asociada con un 89 por ciento de aumento del riesgo de desarrollar pancreatitis aguda.

Los resultados respaldan estudios previos que habían asociado la diabetes tipo 2 con la pancreatitis aguda, comentó Pei-Chun Chen, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad China de Medicina en Taiwán.

No obstante, los datos agregan información nueva: los diabéticos tratados con fármacos tenían menos riesgo de desarrollar pancreatitis aguda. Y cuantos más medicamentos usaban, más disminuía ese riesgo.

Ese beneficio potencial se observó con varios fármacos para la diabetes: la metformina (Glucophage); las sulfonilureas, como glimepirida (Amaryl) y glipizida (Glucotrol); las tiazolidinedionas, como rosiglitazona (Avandia) y pioglitazona (Actos), y los inhibidores de alfaglucosidasa, como miglitol (Glyset) y acarbosa (Precose).

Según Chen, los resultados no prueban que todos los fármacos para la diabetes protegen de la pancreatitis aguda. Tampoco prueban que la diabetes la cause en algunas personas.

Es posible, según Chen, que algo más en los diabéticos, como la obesidad, explique la conexión.

Se necesitan más estudios para confirmar que la diabetes favorece la aparición de la pancreatitis y que los fármacos, o por lo menos algunos, son protectores.

Por ahora, el autor recomendó que los diabéticos presten atención a los síntomas de la pancreatitis aguda y, si los tienen, que llamen al médico inmediatamente. Eso es muy importante, dijo Chen, para los diabéticos que beben en exceso o padecen hepatitis C.

En el estudio, el alcoholismo y la hepatitis C fueron dos factores de riesgo de pancreatitis más sólidos que la diabetes. Y ambos reforzaron aun más el riesgo asociado con la diabetes.

FUENTE: American Journal of Gastroenterology, online 17 de mayo del 2011

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Terapia de partículas da buen resultado en cáncer hepático

A diferencia de otros enfoques con radioterapia, el uso de iones y protones de carbono es “casi equivalente” a la hepatectomía para eliminar los tumores de hígado, reveló un estudio japonés.

El equipo de Takumi Fukumoto, de la Escuela de Graduados de la Universidad de Kobe, halló que la extirpación y el trasplante brindan la mayor posibilidad de supervivencia a pacientes con carcinoma hepatocelular, pero sólo entre el 5 y el 40 por ciento de los casos. Además, no hay suficiente tejido disponible para realizar injertos hepáticos.

La tolerancia hepática de la radioterapia tradicional es menor que para las dosis tumoricidas. La terapia de partículas puede emitir dosis más altas sin elevar la toxicidad. En varias series de casos, la terapia con iones y protones de carbono brindó una mayor supervivencia general y mejores tasas de control.

Pero no hay estudios comparativos sobre los resultados de las terapias con protones y iones de carbono.

En la revista Cancer, el equipo publica los resultados de un estudio sobre 242 pacientes con carcinoma hepatocelular tratados con terapia de protones y 101 personas tratadas con terapia de iones de carbono, después de un seguimiento promedio de 31 meses.

En total, 223 pacientes volvieron a desarrollar la enfermedad después del tratamiento. El intervalo más prolongado hasta la reaparición del cáncer fue de 27 meses y todas las recurrencias localizadas se desarrollaron en un período de tres años.

El control a cinco años fue del 90,8 por ciento y la supervivencia general, del 38,2 por ciento. Para la terapia con protones, esos porcentajes fueron del 90,2 y del 38 por ciento, respectivamente, y para ;a terapia con iones de carbono, del 93 y el 36,3 por ciento.

El tamaño del tumor era un factor de riesgo de la recurrencia localizada con ambos tratamientos y en todos los pacientes.

La clasificación de Child-Pugh fue el único factor de riesgo independiente de la supervivencia en ambos grupos y en todos los pacientes.

Las tasas de control para ambas terapias de partículas fueron mayores al 90 por ciento, lo que supera a la radioterapia conforme, que ofrece un control localizado del 40 al 66 por ciento. Esa terapia tiene más riesgo de causar enfermedad hepática inducida por radiación.

El equipo opina que, a medida que avance su desarrollo, la terapia con iones de carbono tendrá un papel terapéutico importante en pacientes con tumores próximos a los intestinos o con función hepática deteriorada.

“Ambas terapias tienen grandes ventajas en el tratamiento del carcinoma hepatocelular, una enfermedad para la que están contraindicadas otras terapias localizadas”, concluyó el equipo.

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Las terapias contra el cáncer infantil están ligadas a problemas gastrointestinales

Más de 40% de los sobrevivientes reportaron problemas gastrointestinales durante los 20 años siguientes al tratamiento, encuentra un estudio.

Los niños que son tratados exitosamente para el cáncer están en mayor riesgo de desarrollar problemas gastrointestinales de leves a severos más adelante, encuentra un nuevo estudio.

Investigadores de la Universidad de California, en San Francisco, analizaron los problemas gastrointestinales auto-reportados de 14,358 pacientes que sobrevivieron por lo menos cinco años luego de tratamiento para cánceres tales como linfoma, leucemia, tumores cerebrales o tumores óseos.

Los investigadores encontraron que más del 40 por ciento experimentaron algún tipo de problema gastrointestinal, incluyendo úlceras, enfermedad esofágica, indigestión, pólipos, diarrea crónica, colitis, cálculos e ictericia, luego de dos décadas de su tratamiento.

Por otra parte, las personas diagnosticadas con cáncer a una edad mayor y que tuvieron que someterse a un tratamiento más riguroso (quimioterapia, radioterapia, cirugía) fueron más propensas a experimentar problemas gastrointestinales a largo plazo, según el estudio publicado en la edición de mayo de Gastroenterology.

Aproximadamente uno de cada 500 adultos jóvenes en los Estados Unidos es sobreviviente de cáncer infantil, indicaron los autores del estudio en un comunicado de prensa de la UCSF.

“Si bien los médicos continúan aprendiendo acerca de las consecuencias a largo plazo del cáncer pediátrico y su tratamiento, es esencial que proveamos un seguimiento amplio destinado a las complicaciones que los sobrevivientes del cáncer pueden experimentar”, dijo en un comunicado de prensa el autor principal del estudio, el Dr. Robert Goldsby, especialista en cáncer pediátrico en el UCSF Benioff Childrens Hospital y director del programa para niños sobrevivientes del cáncer UCSF Survivors of Childhood Cancer Program.

“Estos son problemas graves que pueden tener un impacto real en la calidad de vida de una persona”, añadió Goldby.

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La lecitina podría reducir el hígado graso, mejorando la sensibilidad a la insulina

Un producto natural llamado dilauroil fosfatidilcolina (DLPC, según sus siglas inglesas) incrementa la sensibilidad a la insulina y reduce el hígado graso en ratones, según un estudio que se publica en Nature.
Los investigadores, del Baylor College of Medicine, en Houston, creen que este hallazgo podría proporcionar un nuevo tratamiento para los pacientes prediabéticos. El coordinador del trabajo, David Moore, profesor de Biología Celular y Molecular del citado centro, explica que el dilauroil fosfatidilcolina es un fosfolípido inusual y un compuesto del suplemento dietético lecitina.

Los estudios en ratones mostraron en seguida que DLPC podría estimular la actividad del receptor homólogo hepático-1 (LRH-1, en inglés). Además de provocar un pequeño incremento en los niveles de ácidos biliares, mejoró la regulación de la glucosa y la grasa en el hígado. Ahora, Moore está colaborando con Lawrence Chan, director del Centro de Diabetes e Investigación en Endocrinología en Baylor, en un estudio piloto para encontrar cómo DLPC funciona en prediabéticos.

Mejorar el metabolismo
La adhesión de LRH-1 a los ácidos biliares podría contribuir a su efecto en los niveles de grasa y glucosa pues los aumentos pequeños y no tóxicos en los niveles de ácidos biliares pueden mejorar los trastornos metabólicos.

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Helicobacter pylori puede estar implicada en el desarrollo de Parkinson

Científicos de Estados Unidos comprueba en ratones que una cepa de la bacteria causante de úlceras gastroduodenales conlleva la aparición de la enfermedad neurodegenerativa en pocas semanas.

Investigadores de la Louisiana State University (Estados Unidos) aseguran que Helicobacter pylori, bacteria causante de úlceras gastroduodenales, podría desempeñar también un importante papel en el desarrollo de la enfermedad de Parkinson.

Según los resultados de una investigación en ratones presentada en el marco del encuentro anual de la Sociedad Americana de Microbiología, que se celebra en Nueva Orleans (Estados Unidos), se ha observado que “la infección con una cepa particular de la bacteria H. pylori conlleva la aparición de los primeros síntomas de la enfermedad de Parkinson entre 3 y 5 meses después”.

Este hallazgo, apunta Traci Testerman, autora del estudio, puede sugerir una relación entre esta infección y el desarrollo de esta enfermedad neurodegenerativa en humanos.

De hecho, diversas investigaciones han mostrado una correlación entre las úlceras estomacales y la enfermedad de Parkinson desde 1960, incluso antes de que se supiese que el H. pylori es la causa de las úlceras. Más recientemente, una serie de estudios halló que las personas con enfermedad de Parkinson tenían más riesgo de estar infectadas por esta bacteria, al tiempo que, una vez tratadas y curadas de la infección, también conseguían una ligera mejora del Parkinson, en comparación con no infectados.

Testerman y su equipo desarrollaron un modelo animal con colesterol modificado para comprender más eficazmente el papel del H. pylori en la enfermedad de Parkinson, para lo que infectaron a un grupo de ratones de diferentes edades con tres cepas diferentes de bacterias, para posteriormente iniciar un seguimiento de su actividad locomotora y los niveles de dopamina en el cerebro.

Los ratones infectados con una de las cepas mostró “una reducción significativa de ambos”, sobre todo en los roedores de más edad, lo que muestra que el envejecimiento les hace más susceptibles al Parkinson, como sucede en humanos.

“Nuestro modelo de ratón demuestra un efecto directo de la infección por H. pylori es el desarrollo de la enfermedad de Parkinson, si bien no todas las cepas han demostrado ser igual de dañinas”, concluye Telerman.

Asimismo, compararon estos resultados con otro grupo de ratones con el colesterol alterado pero sin la infección de esta bacteria, observando que en algunos casos también habían iniciado los síntomas, lo que muestra que esto también puede favorecer la aparición de la enfermedad.

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