Mitos y realidad

Hay determinadas afirmaciones que se repiten a lo largo del tiempo, de manera que quedan arraigadas en nuestras creencias como si fueran verdades absolutas, por lo que debemos tener presente que estas falsas creencias solo perjudican al paciente y fortalecen prejuicios.

Entre de las más frecuentes se encuentran:

Todo dolor tiene una causa

No siempre es así. Aunque la mayoría de los dolores se deben a una causa, cada vez es mayor el número de expertos que reconocen el dolor crónico como una enfermedad en sí misma. Por ejemplo, después de la cura de una lesión o de cualquier otro trauma, el dolor puede perpetuarse debido a cambios en nuestro organismo que lo convierten en un problema crónico.

Si se prolonga en el tiempo es dolor crónico

Se suele catalogar como dolor crónico aquel que dura más de seis meses. Sin embargo, puede ser señal de alguna lesión que todavía no se ha descubierto, o que se trate de un dolor provocado por el exceso de actividad, en cuyo caso en realidad, es dolor agudo. Es fundamental acudir cuanto antes a un profesional.

La medicación es la única forma de reducir el dolor

Lo más común para reducir el dolor es recurrir a los analgésicos, pero no es la única forma si se trata de dolor crónico. Pensemos que el dolor ha pasado de pensarse en términos meramente físicos a entenderse que está compuesto por factores físicos, psicológicos y neurológicos, por lo tanto, la variedad de tratamientos también se ha visto incrementada.

 El dolor aumenta con la edad

Aunque es cierto que el porcentaje de las personas mayores de 65 años que presentan dolor crónico es mayor, eso no significa que envejecer sea sinónimo de padecer este problema de salud. Como dato, el dolor de espalda afecta habitualmente en mayor medida a adultos entre 35 y 50 años.

El reposo ayuda a aliviar el dolor crónico

Tradicionalmente la terapia física del dolor se basaba en el reposo, hospitalización y ejercicios.

En la actualidad ha cambiado y la terapia busca movilización temprana, recuperación de la función comprometida y la disminución del dolor. Aquí resulta de enorme ayuda el ejercicio hasta donde sea posible y pautado por los profesionales.

Se debe aprender a vivir con el dolor

No es necesario tener que vivir con él, existe múltiples tratamientos farmacológicos y no farmacológicos para el manejo del dolor, que cuando se aplican correctamente se controla el mismo y así se  mejora la calidad de vida y se disminuye el sufrimiento  innecesario que ocasiona el dolor.

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