El reflejo de la vida

Una historia que nos permite conocernos como personas.

Cuentan que una vez había un anciano que todos los días se sentaba en la entrada de un pequeño pueblo, al lado de un pozo. Cierto día llegó un joven forastero algo desorientado, y con mucho respeto se le acercó y le preguntó:

– Buenos días señor, nunca he venido por estos lugares y quisiera saber, ¿Cómo son los habitantes de este lugar?
El anciano con amabilidad le respondió con otra pregunta:
– Dime muchacho, ¿Cómo eran los habitantes de la ciudad de la que vienes?
– Y, realmente no quisiera volver a ese lugar, ya que todos son muy egoístas, mentirosos y malvados; es por eso que estoy buscando un mejor lugar para vivir. Le digo sinceramente: estoy contento de haberme ido de allí!
– Ah, porque así son los habitantes de este pueblo … -le respondió el anciano.
Entonces el joven le agradeció y se fue sin siquiera entrar a recorrerlo.

Un rato después llegó otro forastero, quien se acercó al anciano y le hizo la misma pregunta:
– Señor, este lugar es nuevo para mi. ¿Podría decirme como son los habitantes de este pueblo?
El anciano muy calmo, de nuevo, contestó con la misma pregunta:
– Dígame joven, ¿cómo eran los habitantes de la ciudad de la que vienes?
– Allí todos eran buena gente, muy generosa, hospitalaria y honesta. Le soy sincero si le digo que tengo tantos amigos y conocidos que me ha costado muchísimo separarme de ellos.
– Ah, porque así también son los habitantes de este pueblo -respondió.

Cerca de ellos se encontraba un hombre que había llevado a sus animales a tomar agua del pozo y que había escuchado ambas conversaciones.
En cuanto el joven se alejó, le dijo al anciano, con profunda curiosidad:
– Disculpe, querido amigo. ¿Cómo puede dar dos respuestas completamente diferentes a la misma pregunta?
– Mire joven -le respondió – Cada uno lleva el universo en su corazón. Quién no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí; en cambio, aquel que tenía amigos en su ciudad, encontrará también aquí amigos leales y fieles. Porque las personas encuentran en los demás lo que son en sí mismas.